sábado, 5 de octubre de 2013

Desidia


desidia

  • Falta de esfuerzo o dedicación para la realización de las tareas necesarias o prescritas

  •  abandono, negligencia, incuria, abulia, dejadez, descuido, desgana, desinterés, inapetencia, holgazanería, pereza, vagancia.
 No desesperen, volveremos.
La cuadrilla "semos asín"

martes, 23 de julio de 2013

Jornada de puertas abiertas en las bodegas de Villamediana

Queridos amigos que nos seguís desde todos los rincones del mundo, desde los arrabales de Ulan Bator hasta las feraces orillas del Bajo Iregua, magnífico vergel de generosa tierra, bienvenidos una vez más a este blog que, siendo nuestro, es también vuestro. Pero qué bonito es compartir, amigos. 

El pasado domingo 21 de julio tuvo lugar en las bodegas de Villamediana la Jornada de Puertas Abiertas, un evento de naturaleza lúdico-cultural que en realidad encierra el mayor ditirambo que jamás se ha visto por estos pagos. Hoy nadie discute que nuestros calaos, nuestras cuevas y recuevas, son el escenario ideal e incluso natural para el ensayo y práctica de ritos dionisiacos, donde, como no podía ser de otra manera, el vino es el Gran Maestro de Ceremonias. 

Así las cosas, y llegada la hora del ángelus, las catacumbas de nuestro cerro se fueron llenando de feligreses que, sin pretender alcanzar la ortodoxia, se dejaron embelesar por el ritmo frenético de los rituales báquicos, velando la luz de sus pensamientos y sucumbiendo a la dulce ponzoña del delicado néctar.
Y así, siendo otros, o siendo más que nunca nosotros mismos, iniciamos el viaje al fin de la noche, sin más equipaje que nuestra copa de vino ni más intención que abandonarnos y despeñarnos por esos sutiles acantilados de la doble fermentación. 
Inicióse así la fase, estupenda fase, de exaltación de la amistad, cuando, por mor de la magia del vino, uno descubre que hay más de mil de maneras de mostrar el afecto, y es entonces cuando la gente se entrega con donosa generosidad a los misterios de la conversación. Sí, amigos, sí, conversación y deleite. Atravesado el espejo de Carroll y ungidos por Dionisos ya no importaba nada el tiempo exterior, pero teníamos que continuar el viaje, y lo hicimos emulando a los místicos, o sea, adentrándonos un poco más, en la espesura.

Cuando los niveles freáticos nos llegaban ya al cuello, el discurso se fue ralentizando, como un single a 33rpm. Antes de la décima copa hay quien incurre ya en fallos de dicción, generalmente confusión de líquidas (por sustitución, omisión o adicción), eso al principio. Llegada la vigésima copa, se monta un cristo de consonantes impresionante, igual da que sean palatales, que velares que bilabiales, y el grupo TR es más marcadamente (o riojanamente) CH, ejemplo: "ponme ches o cuacho copas". Y sin embargo, amigos, a pesar de esta supuesta contingencia de naturaleza idiomática, nos entendíamos igual, es más, hasta creo que nos comprendíamos mejor.
Pero qué hay del lenguaje corporal, efectivamente, ahí abajo, en los Sótanos del Paraíso, se desdibujan los protocolos estandarizados. La mano por encima del hombro al desconocido, o por la cintura, se expresan con absoluto descaro. Ya se sabe que el protocolo dionisiaco es bastante permisivo, no lo vamos a negar. Nuestros principales censores aseguran que induce a la lubricidad, pero a nosotros nos encanta que sea así. Y de esta manera fue como caímos en la siguiente reflexión: "Si hemos venido al mundo a pecar, a qué coño estamos esperando". 

Pasadas las tres de la tarde, desinhibidos y hambrientos, incluso sedientos (que tiene cojones) aparecieron los primeros síntomas de flaqueza. Qué bonito es descubrir la espeleología practicada de esta manera, el viaje al fin de la noche no debería tener fin, pero... sí, claro que lo tiene. Y lo que es peor, el epílogo de nuestro viaje hace de la novela de Céline un relato juvenil. Me explico.

El ser humano es así, incorregible por naturaleza. Se sabe desde el principio de los tiempos que el estado de felicidad no existe más que en estados pasajeros (como el que vivimos y bebimos), y que todo sueño tiene su despertar, pero siempre nos empeñamos en olvidarlo. Qué más quisiéramos nosotros que tener fe y creer en el Paraíso. Los hay, es cierto, que evitan repetir el tropiezo, sin embargo, nosotros, los menos virtuosos, los mordedores de manzanas, contumaces amantes del pecado, buscamos con encono la reiteración en la caída, el tropiezo y, si es posible, hacerlo sobre la misma piedra.
Lo cierto es que, retóricas aparte, lo bueno se acaba. Y terminada la jornada festiva tocaba salir del espejo. Llegó la hora de bajar del monte, de bajar sufriendo, como Jesús en el Gólgota, solo que para nosotros el calvario estaba abajo.
Qué dirán de vosotros, amigos, ellos, los sobrios, qué no habrán dicho ya las gentes de bien, cuando caída la tarde, pasada la exaltación de la amistad, os vieron borrachos como una cuba por la plaza, haciendo gala de una curda inquieta y parlanchina, sin atender a ese freno lingüístico, que es salvaguarda de la convivencia social y que se llama principio de cortesía. 
Sí amigos, sí, qué dirán los sobrios bienpensantes de aquellas miradas lascivas, que sin rubor alguno lanzasteis sobre las flores más hermosas del jardín. Miradas que el vino cargó de pecado para que después vosotros las lanzarais por doquier, indiscriminada e indiscretamente, dejando vuestra ya castigada reputación a la altura del lodo. 

Después, el regreso a casa, y la quimera que naufraga. El tránsito por un sueño etílico que apenas depara descanso, y que desemboca en la cruda realidad de un lunes por la mañana con ibuprofenos y despertador; y la ruina que camina.
Al final nos queda el consuelo de que las ruinas inspiran a los románticos, eso y acordarnos de l'auvergnat de Brassens, y es entonces cuando caemos en la cuenta de que nosotros, hagamos lo que hagamos, siempre tendremos mala reputación.

Un saludo amigos, estáis todos bendecidos.

Os dejo con el paisaje humano de la fiesta. Aquí estáis todos guapísimo, y sé que estar guapo es una expresión disémica sujeta a doble interpretación, entendedlo como queráis, pero lo estáis de verdad. Las fotos en las que, "estando bien guapos", no habéis salido guapos, no las he colgado por discreción y sentido de la ética, e incluso de la estética.
Si estáis interesados en alguna de estas instantáneas, podéis dejar recado en Viernes Sí. Sólo una cosa, todas las primeras fotos que hice en la Domus Áurea, en la calle y la primeras del Rincón han desaparecido. Desconozco la razón, pero a buen seguro que se ha tratado de una de mis torpezas. No es la primera vez que me pasa, recordad cuando tuvimos que recurrir al bueno de Don Diego (ver).

Bendecidos estáis, caros amigos.