miércoles, 25 de julio de 2012

Jornada de Puertas Abiertas en Villamediana.

El pasado domigo 22 de julio tuvo lugar en Villamediana una de las fiestas más pujantes de los últimos tiempos, la Jornada de Puertas Abiertas en las Bodegas, que en su quinta edición cosechó, como no podía ser de otra manera, un gran éxito de participación y aceptación. El objetivo pasa por hacer accesibles a todo el mundo lo calados de nuestro pueblo, algo que en realidad ya se da cotidianamente. No en vano la hospitalidad es una de las señas de identidad de nuestras bodegas. 
Puede que haya más cosas de las que podamos presumir en nuestro pueblo, no lo voy a discutir, pero una de ellas, seguro, es la bodega, el vino, la paisajistica que depara el cerro y la espontánea generosidad de la gente que habita y deambula por esas latitudes.
La mañana se despertó luminosa, aunque con algo de bruma por Bocairegua. Un día propicio para buscar la sombra, y qué sombra puede ser mejor, más fresca y natural, que la que deparan las bodegas. 
La fiesta había comenzado un día antes con una gran degustación de panceta al sarmiento y con música hasta altas horas para deleite de los más jóvenes. Sin embargo, fue en el interior de algunas cuevas donde se tocaron las mejores sinfonías, con improvisados "conciertos" que se prolongaron hasta las tres y las cuatro de la madrugada; y es que la gente tenía ganas de fiesta, de fiesta popular. 
De ahí que a primera hora de la mañana se percibiera la huella de la resaca en algunos rostros.
En la bodega del Chatillo se repartieron las copas y las correspondientes bolsas. Por primera vez no hubo tiques, pues estaba visto que no funcionaban. Bastaba la llave de esta copa para abrir todas las puertas del cielo, perdón, quise decir del cerro. 

Sin embargo, la gente avezada, los aprendices de brujo, aquellos que opositamos a Cátedra en octubre del año pasado, decidimos tomar fuerzas antes de iniciar la ruta. Fue aquí, en la Calle La Prensa, nº14. Es decir, en la antesala del Cielo, en la Domus Áurea.
Así las cosas, la Cuadrilla de los Viernes se pegó un buen almuerzo antes de zambullirse en la piscina de Baco, evitando así posibles desfallecimientos a mitad de circuito. La vitualla fue por completo porcina, a saber: costilla, panceta, careta y choricillo, es decir, los Cuatro Ases de nuestra singular dieta mediterránea.
Junto a los Cofrades estuvieron algunos retoños (uno más retoño que el otro), sus amadas esposas y, cómo no, el Verso Suelto, que no pierde oportunidad para ganar puntos y tratar de abandonar de una maldita vez su condición de catecúmeno. Treinta créditos por un día estaba muy bien, Juan lo sabía y vino para darlo todo; y lo dio, vaya que sí lo dio.
Un dato nada baladí en esta jornada es el orden de cada calado en el circuito. Los visitantes de la primera bodega vienen a estar, por lo general, marcados por la mesura y la sobriedad, nada que ver con aquellos (que son los mismos pero más deteriorados) que visitan por ejemplo y es un decir, el calado número veintidós.
Ustedes, queridos ciberamigos, consumados voyeuristas. afectados casi todos por el morbo de la contemplación ajena en situaciones grotescas y calamitosas, seguro que anhelan ver fotos de esas últimas bodegas pobladas de seres alienados por el vino, pero no,  olvídense del tema. La decencia ha vuelto al Blog de la Cuadrilla, y nuestro estricto código deontológico vuelve a reinar.
El fotógrafo que escribe estas letras partió de la Domus enardecido por la "dieta dediterránea"con la intención manifiesta de recorrer el circuito completo. Pero tamaña empresa sólo está a la altura de los elegidos, ¿creen ustedes que el descerebrado reportero lo consiguió? Bien, por establecer paralelismos con aventuras de similar dimensión y riesgo, si ustedes conocen un poco la historia sobre la conquista de los polos, en concreto del Polo Sur, piensen ya que nuestro hombre de las crónicas ejerció de Scott y no de Amundsen. Hincó la rodilla en tierra y dobló la testuz poco después de pasar el ecuador, esa fue la realidad. Después fue rescatado por otros miembros de la Cuadrilla (no más frescos que él) y llevado a la Domus, donde se recuperó con un tratamiento de choque basado en la ingesta de careta, panceta y chorizo asados. 
¿Resultado del tratamiento? = Positivo.
Pero no adelantemos acontecimientos, recuperemos el hilo. En el circuito se podían visitar calados de muy diversa edad y naturaleza. Desde los más tradicionales, hasta los más modernos, incluso con proyección comercial, como el de Santi.
Poco a poco, conforme se iban visitando las cuevas, el personal iba notando la transformación, no digo yo que llegáramos a la licantropía, pero a alguno sólo le faltó aullar. Una de las bodegas míticas del recorrido era la de Sebas, que también la visitó en compañía de los nietos y al que ustedes pueden ver en el cuadro de ésta última foto alzando el vaso junto a la cuba.
Pero no piensen que en la superficie no hubo espacio para la fiesta, también lo hubo, claro que sí. Tengo que decir que hice muchas fotos y que unas no las publico por cuestión de espacio y otras, simplemente porque están hechas penosamente.
Llegados ya a la bodega de Rubén, aunque la distancia entre interlocutores era mínima, la voz se levantaba mucho más. Era como si la acumulación de vino en el estómago produjera una especie de sordera colectiva. Vean en esta última foto cómo el bueno de Rubén piensa, "me van a poner la cabeza como un tambor".
En la bodega de Iván el ambiente era tremendo. Álex atraía a la gente con el gancho seductor de su acento cubano. Pero cualquier rasgo de exotismo insular quedaba disipado al verlo pimplar de la bota, qué estilo, qué arte y qué peninsular parecía en ese momento. Auténtico.
Y el circuito se fue haciendo largo y duro, pero no exageremos, no se trataba de la conquista del polo ni tampoco se puede decir que fuera una travesía por el desierto, no amigos, no. Más bien al contrario. El buen rollo y el ambiente propicio hicieron del evento una verdadera fiesta y de la fiesta un auténtico éxito. 
Salgamos a la superficie, pues hasta al más recalcitrante de los espeleólogos le gusta que le acaricie el sol. Y aquí tienen a la gente, feliz con su baño de sol y su copita en la mano.
Fiesta en las cuevas, fiesta en los pasillos de las cuevas y en las escaleras, donde cada escalón hacia abajo equivale a dos grados menos de temperatura. Sin embargo, los niveles de alegría nunca bajaban. Si usted, querido ciberlector, no estuvo en esta fiesta y pudo hacerlo, ¡déjese reconcomer por la envidia! Tras el pecado llega la penitencia.
Cómo no, ahí estaban los Güeros atrincherados tras la mesa de su recueva. Cuando llegué allí, Rubén y Eduardo llevaban ya cuatro horas y media de sentada junto al tío Marino.
Y precisamente por la bodega de los Güeros apareció el Verso Suelto con algún amigo. Llevaba en el morral una chaquetilla para soportar mejor las largas estancias en el subsuelo, dando así claras muestras de veteranía.
Otra bodega de obligada visita para todo buen cuadrillero era la de el gran Zabala, el Dueño de la alquimia culinaria, al que mandamos un saludo.
Casi al final de la gira, bueno, especifico, el final de mi gira, pues de todos las bodegas del circuito apenas llegué a la mitad, di con la Cuadrilla. Los muy malandrines habían acudido al olor de caldos coronados por el laurel del éxito. Allí estaban, con la triunfal Leticia, que una vez más, haciendo honor a su nombre, llenó de alegría las copas de los Cofrades.
Y por aquí empiezan ya mis lapsus memoriae, de los que apenas puedo salir gracias al recuerdo fijo de instantes como estos. Parece ser que estuve con los Migueles en la bodega de Merengue.
En la superficie las gafas de sol eran cada vez más necesarias, debido a las estancias cada vez más dilatadas por las profundidades del cerro. Bueno, por eso y por otras cosas.
Pero bajemos de nuevo, veamos qué se cocía por el Rincón a esas horas tan intempestivas.
 Fiesta.
 Más fiesta.
 El Señor Foquius apostado en la barrica y dando de beber al sediento.
 Entre tanto seguía la fiesta
Y como por ensalmo apareció otra vez la Cuadrilla de los Viernes, o lo que quedaba de ella. Esta vez entonando goliardescas canciones del Carmina Burana.
Empezaba ya a caer la tarde y a pesar de que en las bodegas no discurre el tiempo y se goza de una suerte de atemporalidad, la gente empezó a sentir la necesidad de comer algo, precisamente a una hora en la que casi era más propio cenar. Pero nada de eso importaba ya. En los Sótanos del Paraíso y más en jornadas como ésta, la gente acaba padeciendo un desfase horario similar al de un vuelo transatlántico.
Dichas estas cosas, como quien regresa de Australia, volvimos a la Domus Áurea y dimos vado a los restos del mediterráneo banquete que nos habíamos dado por la mañana. Como comprenderán, a esas horas ya el que no es guapo, va guapo.
Después del tentempié, más necesario que nunca, dimos por concluida la las Quinta Edición de Jornada de Puertas Abiertas de Villamediana. A continuación, los Cofrades, siguiendo inveteradas costumbres, se fueron al Azalea y a otros bares del pueblo desde donde trataron de seguir la fiesta.  
Destacar también que la CÁTEDRA, que sin ser elitista es poco amiga de los baños de masas, se mantuvo discretamente al margen. Haciendo una vez más gala de su prudencia y de su honda sabiduría. Nuestros respetos para ELLOS.

Queda agradecer una vez más a la ORB su esfuerzo para asentar en el calendario esta magnífica iniciativa en la que se da proyección a lo mejor de nuestro patrimonio, las bodegas de Villamediana. Enhorabuena porque aunque se podía hacer de otra manera, la ORB sigue orientando las jornadas por el lado más social y humano; dejando que la fiesta fluya por sí sola a partir de la propia espontaneidad de la gente; reivindicando la cercanía, la amistad y el diálogo; y haciendo del vino, de su escenario vital y de su cultura, el epicentro de la fiesta. 
¡¡Bravo por la ORB!!
Cuando se puso el sol algunos trastornados, abducidos quizá por la oscuridad de la noche, todavía padecieron el espejismo o la agradable visión de sentirse de nuevo dentro de las bodegas, sin embargo era al revés, eran las bodegas la que estaba dentro de ellos.

Estáis todos bendecidos, caros amigos.

sábado, 21 de julio de 2012

Recordando a Rafa

Se nos fue Rafa, una de las personas de Villamediana que con más frecuencia ha aparecido en las conversaciones de nuestra Cuadrilla, especialmente cuando la tertulia deriva por los senderos del deporte y en concreto del juego de la pelota. Ni que decir tiene que cuando se hablaba de él se hacía desde el entusiasmo. Tal vez nuestra pasión por su forma de juego fuera un poco exagerada, no decimos que no, pero desde luego para todos nosotros, aquellos niños que vibramos con los primeros años del Torneo Interpueblos, Rafita Gil era un personaje digno de admiración. Es verdad que tenía algo de Curro Romero, pues deparaba a la concurrencia tardes de verdadero enfado, por qué ocultarlo. Pero sin ser un genio a veces gozaba de cierta venia para la excentricidad, con tardes en las que, tras el reproche de la afición por algún fallo, era capaz de provocar el delirio en el frontón. 
Y si Rafa tenía algo de Curro Romero, nosotros, la Cuadrilla de Viernes Sí, éramos y seremos siempre curristas, es decir, rafistas, y así nos lo hemos confesado a nosotros mismos en las tertulias de la bodega.


Pero por otro lado Rafa tenía también algo especial como persona. Cuando apenas teníamos ocho o diez años y él ya era casi adolescente, procedía con nosotros de modo poco habitual, con una cordialidad y una placidez desacostumbradas. De su boca nunca salía un exabrupto, ni una palabra más alta que otra, y eso, como digo, para nosotros era inusual. Existía una ley no escrita en el frontón según la cual cuando llegaban los mayores, se quitaban los pequeños. Esto era así salvo cuando llegaba Rafa que esperaba a que termináramos el partido o la ronda del “tanto perdido” o se sumaba a jugar con nosotros.

La primera vez que disparé con una carabina de aire comprimido fue con la ayuda de Rafa, en el Olivar o Campo de la Chiribitas, donde él solía escaparse cuando tenía un rato libre. Era para nosotros un “mayor” que transmitía confianza, no digo que los demás nos trataran mal, no, pero él, por su talante afable, proyectaba esa suerte de magnetismo que lo convertía en un ser accesible para nosotros. Creo que la carabina era marca Gamo y guiado por él disparé a los tallos de los juncos que nacían en el humedal. Por cierto, que nunca antes había escuchado la palabra cinegética hasta que un día salió de su boca, jamás lo olvidaré, porque me sorprendió poderosísimamente que una palabra tan rara estuviera asociada a la caza. Y es que Rafa además de tranquilo era un tío leído, un gran lector de periódicos.

Después llegó la enfermedad y Rafa, el Rafa que nosotros habíamos conocido, se fue esfumando de su cuerpo conforme nosotros dejábamos de ser niños y adolescentes para ser ya también “mayores”. A pesar de todo, dentro de él siempre quedó la huella de aquel tipo amable que fue, y nunca nos faltó el intercambio de un saludo o incluso de alguna charla, por inconexa que fuera. Al final quizá ya no quedaba ni rastro del tipo habilidoso que fue, pero sí del cordial y correcto que siguió siendo.

Mítico y mil veces recordado en la bodega ha sido y seguirá siendo aquel tanto en que Rafa y su compañero fueron sorprendidos en los cuadros delanteros con una despejada del rival que llevó la pelota hasta más allá del siete, él echó a correr dando la espalda al frontis, corriendo como quien pasea, pues así corría Rafa, adivinando la trayectoria de una pelota que no veía pero que milagrosamente cayó sobre su hombro derecho para después votar casi en sus pies, girarse y devolverla de nuevo al frontis, y en la siguiente réplica al contrario, a la altura del cuatro y medio, apretarla con la diestra, elegante, casi a sobaquillo, con mucha precisión y gran violencia, para colocarla a apenas unos centímetros de la chapa y picarla en el choco. El éxtasis en el frontón y Carmelo Fernández echándose las manos a la cabeza como Robson el día que Ronaldo marcó el gol al Compostela.
Insisto, tal vez haya algo de exageración en este recuerdo, pero lo nuestro con Rafa está movido por la pasión y en toda pasión hay algo de ponderación amplificada. Lo cierto es que Rafa siempre será uno de nuestros pelotaris favoritos.


En otra ocasión, cuando tras un estrepitoso fallo que llevó la pelota de su mano directamente a la terraza del Chuspis, ante la desazón y el terrible enfado de su compañero, Rafa le espetó, “tranquilízate hombre, nuestras vidas no corren ningún peligro, esto es sólo un espectáculo lúdico”.

Así era Rafa y por eso lo quisimos tanto.